Por Carlos Heller
El sector industrial fue uno de los que más rápidamente revirtió la tendencia a la baja luego de la pandemia sanitaria, y ya está por arriba de los valores previos al inicio de la crisis de 2018. Pese a los esfuerzos realizados, puede ser que lo logrado no sea suficiente, aunque resulta esencial tener presente la extendida y profunda crisis que heredó este gobierno.
Un ejercicio interesante resulta de comparar la evolución del crecimiento económico e industrial durante un periodo equivalente durante la gestión actual y la del gobierno de Mauricio Macri. Entre el primer bimestre de 2022 e igual periodo de 2020 (pandemia sanitaria de por medio) la actividad creció un 4,7% y la industria lo hizo en mayor cuantía, un 7%. Contrariamente, considerando también el primer bimestre, pero entre 2016 y 2018 (comienzos de la pandemia neoliberal y consecuencias de la gestión macrista), la actividad creció también un 4,7%, mientras que la industria quedó estancada con sólo un 0,4% de aumento.
Si bien es una medición que toma periodos puntuales, indica los efectos sobre el sector manufacturero de cada gestión: si tomáramos otros periodos, los datos serían similares. No hay secretos, se trata de distintas políticas, de distintos objetivos de gobierno. Estas políticas se reflejan en los datos de empleo industrial actuales: en el último año se crearon unos 29.000 puestos de trabajo, siendo la cifra más alta desde principios de 2018.
Una situación que también ocurre en la actividad en general: según datos del Ministerio de Desarrollo Productivo, entre agosto de 2021 y febrero de 2022, 119.000 personas accedieron a un trabajo registrado en el sector privado, lo que equivale a un promedio mensual de cerca de 20.000 nuevos empleos privados registrados. Desde 2011 que el empleo formal no se recuperaba a esta velocidad, impulsado principalmente por la industria, tal como ya señalamos.
Como mencioné reiteradas veces, aún queda mucho por hacer para reducir la informalidad. Existe una importante proporción de trabajadoras y trabajadores que además de carecer de la estabilidad y derechos laborales que poseen las y los registrados, reciben remuneraciones que generalmente van muy por detrás de la inflación.
El reciente anuncio de un “refuerzo de ingreso” por $18.000 que otorgará el Gobierno Nacional a este sector, constituye una importante ayuda. En el mismo sentido cabe mencionar los $12.000 a jubilados/as que se suman a los $6.000 otorgados en abril. No obstante, somos conscientes que estas medidas no resuelven los problemas de fondo.
En el análisis de la situación económica y social, resulta esencial tener en cuenta los datos del gasto público y sus efectos distributivos.
Según la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), en el primer cuatrimestre del año el gasto público real (descontando la inflación) creció 14,6%. En el desagregado se observa el fuerte compromiso que hay con los sectores más vulnerables, ya que, si consideramos las variaciones en términos reales, se verificó un aumento de las partidas de jubilaciones y pensiones del 5,7%, el rubro de mayor incidencia en términos absolutos; además, las asignaciones familiares y la AUH crecieron un 17,5% real.
Por su parte, los salarios de la administración pública nacional subieron un 11,7%. Los subsidios a la energía crecieron significativamente, una consecuencia de los aumentos de precios internacionales producto de la guerra en Ucrania. Resultados que están lejos de cualquier ajuste del gasto público, sin apartarse de los parámetros de entendimiento con el FMI.
Para reflexionar: pese a los esfuerzos realizados, puede ser que lo logrado no sea suficiente, aunque resulta esencial tener presente la extendida y profunda crisis que heredó este gobierno, pero, además, que lo prioritario es definir el modelo de país en el que pretendemos vivir. Uno es el de la desregulación total del trabajo, con quizá mayor cantidad de empleos formales pero con bajísimos salarios, casi ninguna protección social, y la riqueza concentrada cada vez en menos manos: ideas que han vuelto a los medios de comunicación a través de diversos analistas y políticos durante esta semana.
El otro modelo es el que prioriza al Estado como regulador de la economía, y busca generar empleo de calidad, mayor consumo y un crecimiento inclusivo que vaya a la par de una mejor distribución de la renta y la riqueza. El derrotero futuro de la sociedad dependerá de cuál modelo prevalezca, una cuestión que debe estar siempre presente en nuestros actos y decisiones.
Carlos Heller
Presidente de Banco Credicoop y Diputado Nacional
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Fuente: Ámbito