La llamada “globalización”, transformando el mundo en una “Gran Aldea Global” e inauguraron lo que ha dado en llamar la “Era Digital”.
En un mundo en el que cada persona o sociedad no debe dejar de ser ella, integrada a una unidad global igualitaria, equitativa, plural, solidaria, justa e integradora.
Todo lo referido, con el agravante de la presión ejercida respecto de países sometidos a préstamos externos, muchos de estos, como se ha dicho, ilegítimos, ilegales y odiosos, mediante los cuales, para garantizar el pago, se obliga a expandir las fronteras del extractivismo.
Todo lo que obliga a asumir una nueva cultura al respecto, superando el actual modelo lineal de “usar y tirar”.
Ante el agotamiento del modelo financiero y extractivista, resulta de particular importancia trabajar hacia una Economía Social y Solidaria.
Por Miguel Julio Rodríguez Villafañe*
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs), la World Wide Web, Internet, la informática y las telecomunicaciones produjeron un cambio profundo disruptivo en la historia de la humanidad, que trajo la llamada “globalización”, transformando el mundo en una “Gran Aldea Global” e inauguraron lo que ha dado en llamar la “Era Digital”.
El concepto de “Era” es el que en general se ha adoptado respecto de este momento histórico, que cuenta con características propias, en el que se producen cambios muy grandes en lo cultural, informativo, comunicacional, comercial, finanzas, trabajo, educación, económico, salud, recreativo, deportivo, político, industrial, social, tecnológico, etc.
La revolución que se ha producido significó cambios profundos de hábitos, de estilo de vida, del lenguaje, de las costumbres y de los modos de relacionarse sin fronteras, desarrollándose una nueva cultura propia de lo organizado digitalmente de esa manera binaria.
Asimismo, la globalización no regulada ha producido la potenciación de grandes poderes económicos y financieros en el modelo de un “capitalismo de vigilancia”, que han utilizado la tecnología digital en base a algoritmos para transformar el mundo en un gran libre mercado, en el que se ha buscado optimizar la mayor rentabilidad a toda costa y la operatoria financiera ha alcanzado dimensiones desconocidas en la historia de la humanidad. En ello se ha buscado condicionar, controlar e inducir ideas, comportamientos y pensamientos, por sobre el desarrollo de un sano juicio crítico.
En el contexto que vivimos, se ha desarrollado una hegemonía de lo financiero sobre lo real, necesario y justo para cada pueblo o personas. Dichos grupos fuertes logran obtener ventajas muy grandes del sistema mundializado, en un proceso asimétrico, respecto de aquellos sectores de carácter nacional o regional, que no tienen la posibilidad de acceder a información privilegiada, oportuna y otras grandes ventajas de la tecnología pertinente ahora y a los asesoramientos oportunos con los que cuentan el gran poder financiero y económico.
En este nuevo capitalismo montado en lo financiero-digital su fuerza de capital está en la especulación y manejo de lo financiero, junto a la propiedad de datos fundamentales y la expoliación, en la que los más débiles siempre pierden. Y en ese contexto, la producción y los bienes tangibles pierden ante las decisiones basadas en medios intangibles y propiedad de las grandes plataformas tecnológicas, bases del manejo de las variables algorítmicas para decodificar tendencias desde el manejo de gran cantidad de conocimientos e información, con alta velocidad.
A su vez, la globalización, en la lógica referida de más mercado y máxima rentabilidad, busca menos Estado que la regule y que no se le cobre impuestos o pagar menos, lo que ha traído como consecuencia, que el creciente poderío global del sistema económico-financiero, haga cada vez más estrechos los márgenes de las decisiones políticas soberanas, por ende, ha debilitado el concepto Estado-nación.
Resulta imprescindible entonces, fortificar el poder equilibrador en el tema, por parte del o los Estados. En un mundo en el que cada persona o sociedad no debe dejar de ser ella, integrada a una unidad global igualitaria, equitativa, plural, solidaria, justa e integradora.
En la problemática, no puede dejar de señalarse, la gran dependencia a la que se ha sometido a los Estados con deudas externas impagables, muchas de ellas ilegítimas, ilegales y odiosas, con intereses verdaderamente usurarios, en virtud de las cuales, se ha condicionado y condiciona el futuro de las personas y los pueblos.
En otra perspectiva, el mundo ha sido convocado a tomar conciencia que es muy importante mitigar el cambio climático; asumir seriamente que los recursos no renovables son finitos y hay un límite para el crecimiento. Debemos ocuparnos de la crisis del agua; de la destrucción de reservas ecológicas; de las migraciones involuntarias a gran escala, (cuando miles de personas tienen que abandonar sus tierras y resultan forzadas a vivir en ciudades y a tener que encarar trabajos desconocidos); etc. En general, se ha descuidado el desarrollo humano, la paz, la equidad y el bienestar social, todo lo que lleva a la necesidad de cambiar el actual modelo económico, social y medioambiental y la matriz energética.
Tener presente que lo que le sacamos al planeta en los procesos de extracción o eliminación de recursos naturales y materias primas son casi un cincuenta por ciento (50%) mayor a lo que la propia naturaleza puede regenerar. Hay que controlar social y ambientalmente al modelo extractivista, que abarca actividades diversas en lo económico, como lo explotación petrolera y los emprendimientos mineros que contaminan la atmósfera y envenenan las aguas, con cianuro, arsénico y otros productos nocivos, usados para trabajar los minerales. A los que cabe sumar, las grandes corporaciones agropecuarias, con producciones intensivas que destruyen el monte autóctono para más cultivos y que, en materia de agricultura, desarrollan la siembra de semillas transgénicas y el uso de muchos agroquímicos tóxicos y en materia de emprendimientos ganaderos se los lleva adelante, con hacinamientos antinaturales, como lo que se hace con cerdos, pollos, vacas, etc., utilizando medicamentos en exceso, con gran cantidad de alimentación carnívora, hormonas de crecimiento y otros aditamentos incorporados a la producción para el consumo de los distintos animales que se crían. Todo lo mencionado muy peligrosos a la salud humana y al ecosistema que, además, inutiliza territorios y obliga al desplazamiento forzado de poblaciones.
Todo lo referido, con el agravante de la presión ejercida respecto de países sometidos a préstamos externos, muchos de estos, como se ha dicho, ilegítimos, ilegales y odiosos, mediante los cuales, para garantizar el pago, se obliga a expandir las fronteras del extractivismo, (con más desmonte y contaminación), a los fines de optimizar la posibilidad de conseguir más dólares para el pago, sin contemplar el agravamiento de los efectos negativos mencionados perjudiciales para las personas y el país.
También, y dentro de lo referido, hay que evitar firmemente el “ecocidio”, palabra esta que “hace referencia a los daños masivos o de destrucción del ecosistema en determinados territorios, ya sea por mediación humana o por otras causas que, por su magnitud, ponen en peligro la supervivencia de quienes viven en esos lugares y produce efectos ambientales graves en general, tanto para el presente como para las futuras generaciones”. El ecocidio puede ser irreversible, cuando un ecosistema sufre un daño más allá de su capacidad de regenerarse. Ello constituye un crimen de lesa humanidad por goteo.
En función de lo referido, la Industria debe tender a trabajar dentro de la llamada “Economía Circular”, que asume el modelo cíclico de la naturaleza y trata de trabajar un modelo circular, en el que prima la reducción, la reutilización y el reciclaje de los elementos. De esta forma superar el actual sistema de producción y gestión de recursos, bienes y servicios, que ha buscado privilegiar un consumo a corto plazo, ya que el planeta se enfrenta a una situación insostenible.
Todo lo que obliga a asumir una nueva cultura al respecto, superando el actual modelo lineal de “usar y tirar”. Esto último es esencial tener en cuenta, en materia de la chatarra electrónica, de los desechos electrónicos o de la basura tecnológica propias de las TICs, que han sido y son descartados, como es el caso, por ejemplo, de computadoras, celulares, aparatos de radio o televisión, pilas, etc., que habrá que ver, con urgencia, como se los suma a la lógica de la Economía Circular.
En esta temática no puede obviarse el hecho que a los pueblos se les respete también la “soberanía alimentaria”. O sea, el derecho que cada sociedad tiene de poder definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a sus objetivos, teniendo en cuenta criterios de un desarrollo sostenible de producción y de consumo, que no sean arrasadores y extractivistas y que garanticen su seguridad alimentaria. Resulta inaceptable que, por imposiciones externa de intereses del mercado internacional y financieros se obligue a privilegiar la producción de unos determinados cereales o productos agropecuarios y no se asegure los alimentos que les son propios a cada una de nuestras idiosincrasias alimentarias. Cuanto más, si ello conlleva a la concentración de la tierra, desmonte indebido, monocultivo degradante del suelo, el uso de semillas transgénicas y la utilización masiva de agrotóxicos. Al decir de la Declaración de Nyéléni, del año 2007, “la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo… La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. La soberanía alimentaria promueve el comercio transparente, que garantiza ingresos dignos para todos los pueblos, y los derechos de los consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición”.
Ante el agotamiento del modelo financiero y extractivista, resulta de particular importancia trabajar hacia una Economía Social y Solidaria (ESS), que “tiene el desafío de adaptación al futuro del trabajo, a la vez que contribuye a dar respuestas a los cambios tecnológicos, a la transición energética, a la digitalización y a los desequilibrios medioambientales, demográficos y de corrección de desigualdades”. Esta economía pone como meta el bienestar de las personas, y trata como simple medios a las demás variables productivas, que las subordina al fin buscado. Y, al decir del “Manifiesto internacional por una economía solidaria”, “esta economía asume propósitos sociales, ecológicos y culturales y se opone a la creciente desigualdad, al calentamiento climático, a la pretensión de uniformar las pautas de comportamiento; y está en favor de una mayor justicia, del reparto equitativo de los recursos y de la expresión de las diversidades. En resumen, es una economía que necesitamos para el mañana, en un momento en que el agotamiento del sistema dominante se vuelve más evidente”.
En lo referido la lógica del mutualismo y el cooperativismo es esencial para el mundo a encarar, en especial, con las utopías colectivas necesarias, luego de la pandemia del Covid-19, en la construcción de una sociedad global del conocimiento y de la corresponsabilidad.
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Razones por las cuales el Estado y las sociedades, desde lógicas de esfuerzos mutuos y solidarios, deben articular políticas que permitan generar empleos y evitar el desempleo, teniendo presente que, si bien no se pueden ignorar las TICs y sus avances, el respeto a los derechos humanos de las personas es fundamental en un mundo a compartir y a asumir, en el que el verdadero beneficio está en asegurar la dignidad de las personas y no necesariamente, sólo la rentabilidad económica. En esto, es muy importante trabajar el valor de la llamada “rentabilidad social”.
Este artículo fue escrito en el marco de la sección “Pensamientos que Construyen Caminos” impulsada por la Federación de Mutuales de Córdoba, FEMUCOR, que incluye entrevistas a referentes sociales, dirigentes, asesores etc. del sector mutual y cooperativo, con el objetivo de poner en relieve sus reflexiones y pensamientos sobre la crisis desatada por la Pandemia.