Por Roberto Fermín Bertossi
No obstante múltiples y diversas advertencias a lo largo del tiempo (resoluciones de Naciones Unidas: (en 1992 la Cumbre para la Tierra y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático , el Protocolo de Kyoto, el Acuerdo de París o la Cumbre sobre la Acción Climática del 23/09/2019), antes de esta ultima Carta encíclica Laudato si´, (24/05/15), la raza humana quedó a merced de un virus tan omnipresente como desconocido e intratable.
Entonces, ¿cómo no compartir la reciente carta encíclica “Fratelli Tutti” cuando sostiene que una tragedia global como la pandemia de Covid-19 se traduce en “la tempestad que desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”?
Tanto de Laudato si´ como Fratelli Tutti, pueden explicarnos este inesperado estrago vírico como es esta pandemia Covid-19 fuera de control, lo cual esclareció hasta qué punto estábamos alimentándonos con superficialidades de ilusiones, de consumo, de ostentación, de superioridad y esplendor para terminar empachados por la realidad del encierro, la incertidumbre, la impotencia y la soledad desde donde, empalagados de conexiones virtuales, hemos perdido el sabor y el disfrute de la fraternidad física, personal.
Cuando mundialmente aquellos que tienen más información y conocimiento, más recursos, más poder tecnológico, económico, político o reputacional, se concentraron mancomunadamente en enmascarar los problemas o en ocultar enrevesadamente los síntomas, tratando de reducirlos solamente a impactos negativos mínimos para el cambio climático ( “cuentos chinos” para Donald Trump), ¡entonces emprendimos el viaje a la infección global!
Esta crisis del antropocentrismo por su demasía, derivó es una cruel y luctuosa antropofagia social con un hombre como lobo del hombre, fruto de desconfianzas, egoísmos, voracidad, despersonalizaciones y cegueras recíprocas. Así, ese antropocentrismo inconsciente terminó imponiendo la técnica por encima de lo humano.
Tal antropocentrismo no siente la naturaleza como norma válida que late para todos los vivientes. En su empacho de necedad la interpreta solo para acumular bienes y satisfacer placeres sin miramientos en términos de empatía, solidaridad intergeneracional y corresponsabilidad humana planetaria.
Semejante déficit de conciencia para medir y prevenir el daño a la naturaleza y el impacto ambiental de egoístas decisiones humanas, es sólo el reflejo del desinterés y la desaprensión por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito en sus mismas estructuras traducido, claramente, desde sus signos en los tiempos.
Todo está conectado. Si el ser humano se declara autónomo de la realidad pretendiendo constituirse en su dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona y con ello provoca “contundentes reacciones naturales”.
Desde el espíritu y la letra de Laudato si´ y Fratelli Tutti, ninguna conclusión seriamente calificada sobre antropocentrismo podrá colocar en un segundo plano el valor de las relaciones personales. “Si la crisis ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la hipermodernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano”. Insisto: no se podrá proponer una relación de amistad con el ambiente aislada de una relación más cooperativa y fraterna entre las personas.
Finalmente, tan insoportable insensatez podría ser “el golpe de gracia” para una naturaleza herida y una fraternidad exigua, cuando demasiada estulticia y codicia humana a costa de recursos naturales agotables, vienen destruyendo nuestro hábitat común y exponiendo peligrosamente la especie humana a su extinción, si no somos capaces de lograr, de modo inmediato y permanente, remediaciones y fraternidades cooperativas entre los hombres y la ecología; entendidas definitivamente como las mejores relaciones posibles de los seres vivos entre sí y con el medio ambiente en el que vivimos y convivimos.
Por Roberto Fermín Bertossi, experto en cooperativismo. Coneau
Fuente: Río Negro