La reconstrucción económica y social de la Argentina, dada la crisis con pocos precedentes que se está viviendo actualmente, es una tarea compleja que nos compete a todos, y en la que difícilmente se pueda lograr el objetivo a menos que cada uno sume su brazo para poder levantarnos y volver a crecer.
Y dentro de ese “todos”, la economía social tiene mucho para aportar. Así lo ha entendido el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, que ya ha avanzado en un proyecto esencial e inclusivo, como es el programa Argentina contra el hambre.
De acuerdo a las propias palabras del ministro, el rol de las cooperativas, que representan nada menos que 300.000 puestos de trabajo y cuentan con 28 millones de asociados en el país, resulta fundamental:
“Se reconstruye de abajo hacia arriba y la Economía social es desarrollo local, es gente poniendo el cuerpo, que representa el 30 % de la gente que trabaja en el país. Creo que es un eje fundante para la reconstrucción en la Argentina. Hay que resolver el tema de alimentos, hay que disponer de crédito no bancario, desendeudar a las familias, cuidar a la industria textil y hacer mucha obra pública. Primero hay que parar de caer y después hay que reconstruir, ahí tiene un rol clave la Economía social”, comentó Arroyo.
Desde el sector aceptamos la invitación y confiamos en que tenemos mucho para aportar. Lo cierto es que el cooperativismo viene teniendo un rol central en diferentes ramas de la industria, con casos concretos de desarrollo y empleo, incluso en épocas de crisis. Tal es el caso de sectores diversos como agricultura familiar, obra pública, reciclado y cuidado de personas, entre otros.
En la industria de la obra pública un caso emblemático es el trabajo que viene realizando la cooperativa Alfa, de Quilmes, con un fuerte trabajo en el fideicomiso de viviendas de Madariaga. O, también, la construcción de un barrio cooperativo en Empalme (Villa Constitución), por parte de la cooperativa Cooperar 7 de Mayo.
También, en la misma rama, se puede citar el trabajo que viene realizando el intendente Martín Piaggio, de Gualeguaychú, que adoquinó 3 kilómetros de la costa, con una labor realizada en un 90 % por cooperativas.
En la rubro de los cuidadores domiciliarios, la Confederación Argentina de Trabajadores Cooperativos Asociados (Conarcoop) y la Cooperativa de Trabajo de Cuidadores Domiciliarios de Mar del Plata crearon la “Red Nacional de Cooperativas de Cuidadores Domiciliarios”, en el marco del proyecto "Cuidando nos cuidamos".
Esta iniciativa tiene como objetivo fomentar el trabajo calificado, autogestivo, sostenible y equitativo de proyectos cooperativos de cuidadores domiciliarios y estimular la oferta de un servicio de calidad a la sociedad. Eso se lleva a cabo mediante la transmisión de conocimiento teórico y práctico cooperativo, dirigido a grupos de cuidadores domiciliarios con título habilitante, que pudieran sentirse atraídos por un sector ético y participativo, para que puedan organizarse de manera cooperativa.
Agricultura familiar y reciclado
Otro sector para destacar es el de la agricultura familiar. Allí, la Federación de Organizaciones Productoras de Alimentos (FOPAL), que forma parte de Conarcoop, inauguró recientemente el Mercado de la Agricultura Familiar Campesina, un nuevo espacio comercial de economía solidaria que se encuentra ubicado en Villa Devoto.
Este proyecto fue iniciado por la Unión de Trabajadores Para la Tierra (UTT) y la organización Alimentos Cooperativos, asociada a la FOPAL, que promueve una cadena de comercialización de productores cooperativos de diferentes provincias del país, con precios accesibles y un estímulo al consumo responsable.
En materia ambiental, el rol de las cooperativas viene creciendo de manera exponencial. Así es como existen diferentes organizaciones sociales que se ocupan, a lo largo del país, de de separar, reciclar, transformar y comercializar nuevos productos realizados a base de material reciclado.
Dichas cooperativas están nucleadas en la Red Nacional de Recicladores, y tienen en común un doble rol: por un lado la inserción social de sus integrantes (en algunos casos, ex cartoneros) y también el cuidado del medio ambiente, mediante la separación y reutilización de materiales. Varios de esos proyectos, incluso, utilizan dichos plásticos reciclado para producir objetos como bancos, sillas, mates, etc., que vuelven al mercado y generan crecimiento y ganancia para las cooperativas.
Todos estos proyectos, que funcionan solo a la manera de ejemplo y representación de otros tantos, se están llevando a cabo a pesar del contexto desfavorable, lo que demuestra que la economía social tiene un sustento productivo muy fuerte, de alcance nacional, y que perfectamente puede sumarse y jugar un rol trascendental en el nuevo programa de Argentina contra el hambre.
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Está claro que la reconstrucción de la economía y los tejidos sociales depende de todos. Y en ese marco, el cooperativismo, por su esencia de ser la economía de las personas, tiene mucho para aportar.