Por Lucas Tasso
Es impensada en nuestro movimiento la idea de la libertad económica sin límite. En este contexto, organismos Nacionales e Internacionales e incluso Estados, como el Vaticano, promueven el crédito cooperativo como forma de financiación legal sin tener que llegar a la elusión fiscal de las finanzas off shore.
En los diferentes fondos de inversión, que promueven la especulación de precios y de deudas públicas, hay un agravante negativo que pega en forma drástica sobre las naciones de todo el mundo, sobre todo, en aquellas que históricamente son más vulnerables, como nuestro país.
El crédito cooperativo, microcréditos, incluso el crédito público para familias y empresas con capital nacional, es una forma de financiamiento que no ahoga la función social y aumenta el desarrollo productivo, fomentando de ésta manera la producción y distribución de bienes y servicios.
Desde la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), su presidente, Ariel Guarco, plantea en este sentido la necesidad de que nuestro movimiento asuma los roles necesarios como empresas sustentables económicamente, con responsabilidad social, y principalmente con control democrático de los asociados para culminar con la especulación irresponsable de las normas financieras de los sistemas económicos globales, plantando así la bandera del fortalecimiento de la economía social.
Entrando ya en el presente de nuestra economía, es importante rescatar las palabras del presidente de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro), Carlos Iannizzotto, que haciendo alusión a la necesidad de acudir al crédito que tome el Gobierno Nacional del Fondo Monetario Internacional (FMI) “sea para defender el crecimiento de la economía local, evitando mayores ajustes en obra pública o el mayor porcentaje de interés en los créditos productivos”.
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Indudablemente, como indican diferentes organismos de todo el mundo, dichos préstamos deberían tener un destino hacia los pequeños y medianos productores y pymes, quienes son realmente los generadores de empleo genuino. Es importante que el préstamo entre en el sistema productivo y no en el financiero, porque afectaría a las familias más necesitadas creando incertidumbre y baja previsibilidad de cara al mercado interno.
En la Argentina, volviendo al tema de crédito cooperativo, no puede pasar desapercibido el convenio que desarrollaron la Federación de Cooperativas Entidades Solidarias para la Ayuda Mutua (Fedesam) y la Federación de Cooperativas Autogestionadas de Buenos Aires (Fedecaba), generando créditos sociales a entidades de la economía solidaria, dando un claro ejemplo de la necesidad de trabajar en conjunto y de agrupar valores e ideas para dar respuestas a las necesidades del sector. Dichos créditos fomentan la compra de maquinarias e insumos a tasas accesibles, dando así la necesaria batalla a la apertura de importaciones y a la creciente ola del costo de las tarifas de servicios públicos.
La necesidad de creación y construcción de líneas de crédito para el fomento social y productivo es la gran apuesta que el movimiento cooperativo debe proponer para la construcción de una economía más solidaria y con mayor igualdad de oportunidades.